En Colombia y probablemente en varios países de Latinoamérica, cuando una persona está gestionando su visa americana, cuida hasta el más mínimo detalle de su aplicación. Prepara su cita con varias semanas de antelación, se asegura de tener los documentos en regla y llegar puntualmente a la Embajada de Estados Unidos el día señalado. Se ensayan las respuestas que se le darán al oficial de turno. Todo lo que se hace, se hace en pro de que la visa sea aprobada.

Sería un acto de gran incoherencia llegar ese día enguayabado o drogado, por ejemplo. O llenarse de excusas para no cumplir. Sabemos bien que la persona ubicada al otro lado de la ventanilla hará bien su trabajo y nuestra visa depende de su visto bueno, así que haremos todo lo que esté al alcance de nuestras manos para cumplir con los parámetros que le han sido asignados para darnos la aprobación. O el rechazo será inevitable.

Sin santidad nadie verá a Dios, dice claramente la Biblia en Hebreos 12:14. También es claro que nuestra naturaleza humana está muy lejos de la santidad, nadie puede negar que tiene una tendencia natural a actuar con base en sus propios deseos, anhelos e impulsos, y que estos suelen estar alejados de los parámetros de santidad definidos en la Biblia. Imitar a Jesús para acercarse a Dios requiere un esfuerzo constante, una renuncia permanente a nuestra propia concupiscencia.

Lo que nos dice Hebreos 12:14 es que el cielo no admite menos que eso. El apóstol Pedro, citando Levítico en donde Dios nos habla directamente, es igual de contundente en su primera carta universal: “Por lo tanto, vivan como hijos obedientes de Dios. No vuelvan atrás, a su vieja manera de vivir, con el fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia, pero ahora sean santos en todo lo que hagan, tal como Dios, quien los eligió, es santo. Pues las Escrituras dicen: «Sean santos, porque yo soy santo».”

¿Quién quisiera vivir solo hasta que la muerte llegue? Dios nos promete una vida eterna después de eso, en el cielo, donde “no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor.” (Apocalipsis 21:4). ¿Quién no quisiera llegar allá en vez de que, si el infierno no existiera, dejar que todo acabe un día y ya no haya nada más? Cualquier persona realmente sensata y sincera consigo mismo reconoce que es mejor la eternidad en el cielo que cualquier otra consecuencia.

El requisito para llegar allí es claro, y al igual que con la visa americana no admite fallo ni error, más bien requiere esfuerzo y perseverancia: la santidad es la visa para ser admitidos en el Cielo y alcanzar la vida eterna, no nos equivoquemos en el proceso que nos permitirá alcanzarla.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *